primeras miniresidencias

Primeras MiniResidencias 2023

El Cuerpo, la Naturaleza y los Cuidados han sido los temas clave en este primer encuentro de arte contemporáneo en el medio rural.

Sandra Melgar

trabaja en una acción performática, trayéndonos su experiencia en salud mental a un gran dibujo en lápiz rojo sobre pared. La forma de espiral concéntrica nos invita a ir al centro, a sentir la envolvente sensación de entrar en algo desconocido. La obra de Sandra es sutil y a la vez está llena de presencia y cuidado, creando desde el gesto, la palabra y abrazándonos a todas con tus trazos en esa pared de la casa.

Ángeles Carnacea

desarrolla su obra poética como un ejercicio de contemplación. La casa como cuerpo, como paisaje, como naturaleza. Los poemas van naciendo en esa contemplación de la huella vegetal y la huella humana de la casa. Poemas, haikus y fotografías. Las fotografías son una forma de expresión poética del instante, de lo contemplado, de lo vivido y su memoria. El conjunto de poemas y fotografías hablan de un estar en poesía. Y el silencio.

Félix Arjona

nos trae su obra «Lo doméstico», una vuelta a lugares íntimos y antiguos para ayudarnos a transitar desde el cuerpo y la danza a otros espacios de mayor amplitud. La mirada que Félix nos insinúa, nos lleva a converger en realidades comunes para todas. Lo cotidiano, la inocencia, lo vulnerable, la huella que deja la vida en nosotras, la herida… y el Amor, en el centro. Esta obra nos trae la frescura de otros tiempos, a un ritmo lento, como merecemos.

Virginia P. Ogalla

ha trabajado desde la ilustración, poniendo la mirada en cada gesto, en los detalles, en las manos de mujeres que saben bien lo que son los cuidados. Su obra «Ajuares» ilustra historias de vida y rescata la memoria colectiva con una gran sensibilidad. Virginia recoge de forma oral, escrita y dibujada, recuerdos, anécdotas, vivencias y lleva a la imagen con total sutileza la importancia de estas pequeñas historias.

Judith Borobio

visibiliza la vida que habita en las piedras, en el barro de la montaña, en las piñas, las hojas y pone el foco en el cuidado y el respeto a la hora de crear, de elegir los elementos, escucharlos, ponerlos en valor. Sus piedras han sido recogidas, sentidas, acariciadas. Los hilos de seda, las cuerdas de esparto y algo de escayola, le sirven para sostener las capas, afianzarlas juntas. Belleza, cuidado y dignificación de los procesos. El diálogo entre su obra y la obra de Bárbara Long, nos enseña una bella manera de vivir en presencia, reconocer la huella que dejamos y sentirnos parte de la naturaleza.

Barbara Long

nos trae la memoria envuelta en papel de seda, las puntadas que hilvanan recuerdos y todo el cuidado y la sensibilidad que reparan la herida. Tomando fragmentos del cuerpo como moldes, nos recuerda la impresión que deja en nosotras la vida, lo que pasó y lo que permanece, como las capas que nos han ido conformando, capas de vivencias y recuerdos, una a una, curando, sanando en el gesto de crear. La piel se abre, y la crisálida nos deja entrever la transformación.

Marina Ojeda

en su obra «Conectividad» refleja sutilmente la alianza interna entre las partes, la necesidad de pertenecer a algo más grande y sentirnos enlazadas en la vida. Así también nuestro cuerpo busca ese encuentro entre los diversos espacios de resonancia. La piel, los huesos, los pliegues y huecos… los lugares más recónditos y menos visibles que nos invitan a habitarnos, cada vez un poco más. La naturaleza se cuela en esta obra, rebosante, sugerente, recordándonos nuestra propia naturaleza interna, la que late desde dentro.

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