SUPERVISIÓN puede sonar a algo que está por encima, a una mirada controladora, superior.
Sin embargo desde mi práctica profesional, para mí la palabra supervisión me conecta con una visión flotante, amplia, generosa, posibilitadora, nutritiva.
Me hice supervisora a base de práctica, cuando todavía no estaba definido ese rol dentro de la profesión de la Arteterapia en España. En el año 2006, cuando terminé mi formación en el Máster de Arteterapia de la Universidad Complutense de Madrid, éramos pocas arteterapeutas y nos tocó la parte maternal de nutrir y sostener todo lo que llegaba, visibilizar la profesión, darle cuerpo, confiar, defender, entregarnos, apostar. Y desde el corazón y con toda la voluntad de crecer y crear fuimos habitando esos terrenos de nadie, ahora siento que siendo valientes, voluntariosas, comprometidas.
Llevo 10 años dedicándome a ello. Y ha habido un gran recorrido y aprendizaje en mí.
Ahora suelto pretensiones, me relajo en el lugar que ocupo, me reconozco en la vida que elijo. Y también me alegro enormemente de que la supervisión online llegue a todas partes, que podamos seguir dando lo mejor de nosotras, desde esa vocación amorosa que nos define, sea donde sea que estemos.
Yo vivo en Algodonales, un pueblo de la Sierra de Cádiz. Y desde aquí creo y acompaño, ofreciendo mi espacio, acogiendo, como siempre. Y también abriendo la ventana del ordenador para compartir y acompañar a quién quiera y lo necesite.
Supervisar: acompañar, dar una nueva mirada, devolver posibilidades, llevar a la persona a lo propio, a lo más íntimo, enlazar lo profesional con lo personal, favorecer el compromiso y la ética profesional. Es un acto de amor, una manera de llevar a la persona a la humanidad que late en su ser, con todo el respeto y el cariño que merece.
Cuando la vocación y el sentido de vida van llegando a un mismo lugar, todo cobra sentido.
Me siento feliz y agradecida de haber llegado hasta aquí.
Marina.